Oikos y el análisis astro-antropológico: hacia la revolución comunitaria
Oscar D. Rojas Silva
I
Recientemente he comenzado a revisar, nuevamente, el mítico Manifiesto Comunista de 1848. En este texto se explica a detalle cuáles eran las condiciones políticas que prevalecían en Europa frente al advenimiento del proceso de industrialización acelerado y en el que surgía una nueva clase en modo revolucionario: la clase trabajadora. En este texto se describe este quiebre y momento de transición acelerada y también nos recuerda que dichos procesos ocurren inevitablemente cada cierto tiempo, por lo que surge la pregunta central en la presente reflexión: ¿Es la crisis civilizatoria actual un signo de un momento de revolución?
Es decir, las revoluciones no provienen de la decisión de alguna mente arrojada y aventurera, sino de la manera en la que la especie humana va hilando en el cosmos su existencia. Las conmociones políticas responden a movimientos internos tectónicos que aumentan su energía permanentemente, modificando las capacidades productivas de la especie. ¿Pero qué es lo que realmente se produce? No se trata de mercancías, solamente, sino de la producción de relaciones sociales, de formas de vida. De esta manera, la revolución es un proceso natural de reconfiguración de las relaciones sociales dada una nueva cualidad colectiva para producir. Se trata de la especie humana produciéndose a sí misma.
Este fundamento nos lleva a reflexionar sobre el ser humano como entidad biológica que hace parte del cosmos, y que –tal como todo lo vivo– va evolucionando y encontrando cada vez formas más enriquecidas en las que trasciende la versión anterior. El tiempo presente siempre es un tiempo abierto a la reconformación de las macroestructuras sociales que definen nuestro ritmo evolutivo histórico. Dicho de otra manera, se trata de partir de una base fundamental, de un entendimiento común, de que la crisis contemporánea de principios del siglo XXI es una época abierta para las revoluciones. Vemos frente a nuestros ojos, de forma directa, sin necesidad de rodeos teóricos, una aceleración en el proceso de descomposición del viejo mundo que estamos abandonando y que nos pone sobre la mesa la quimera para descubrir lo que habrá de superar la actual crisis. La manera de descifrar este acertijo es recordar la dimensión natural de la especie humana para recuperar lo que es esencial, independientemente de las múltiples expresiones particulares del proceso evolutivo antropológico en su coexistencia con el sistema global de vida.
II
Saberse en un momento histórico de transición no es nada sencillo. Realmente se trata de un acontecimiento nada común o difícil de saber cuándo se va a presentar, quizá un poco menos que el de las auroras boreales, por ejemplo, pero que, desde una perspectiva histórica de largo plazo se observa en el fondo una ciclicidad claramente identificada y que expresa que lo social también se encuentra determinado bajo la dinámica del metabolismo cósmico.
Para poder salir de la visión del viejo mundo es necesario recuperar, remembrar, un asunto que damos por sentado pero que conviene revisitar las veces que sean necesarias: la vida humana está regida por las leyes universales de cambio de todo lo vivo, pero ese cambio no es vacío, sino que tiene un contenido: complejiza y sintetiza las experiencias históricas que permiten captar las siempre nuevas posibilidades de existencia de la especie humana. El ser humano no es ser humano sino en interacción con toda la especie, es decir, la base antropológica, pero, agregamos, recordando que la especie es parte de un conjunto mayor que la define: ser parte del cosmos.
Proponemos por ello el término astro-antropológico para habilitar la siguiente línea de investigación: ¿Qué tipo de interrelación existe entre el proceso ecosistémico de la especie humana visto desde la visión de conjunto de los ecosistemas del planeta como un todo, es decir, como Gaia[1]? La visión de la especie humana como especificidad del proceso de vida del planeta como ente biológico, nos permite visitar una dimensión esencial en la que recuperamos fehacientemente nuestra conciencia de transitividad histórica y, además, con su respectivo contenido, con un sentido, con una dirección mitológica. Es decir, la especie humana no puede actuar colectivamente sin un horizonte civilizatorio compartido, su ser social es también un ser consciente de su papel en el universo[2].
La ciencia moderna del capital nos convenció que las mitologías eran subproductos ideológicos, subjetividades limitadas, pero no, la postura del marxismo latinoamericano es contundente: presumir de una supuesta objetividad ideológica basada en datos duros no es nada más ni nada menos que una postura mitológica. Es decir, no hay posibilidad antropológica de despojarse de una visión del mundo. El mito de la objetividad es un mito en sí mismo. Una vez aclarado este punto es necesario incluir en los análisis la importancia de la producción de subjetividad, es decir, de la recuperación del horizonte mítico. De esta manera, desde un sentido afirmativo, la condicionante astro-antropológica nos dice que la mitología es expresión, entonces, de un horizonte de sentido. Y que dicho horizonte se constituye como un paradigma general que nutre las reflexiones epistemológicas de la época. Es decir, la renovación del paradigma no puede darse sin una superación de la visión mítica del mercado.
El alcance del concepto astro-antropológico recupera la visión fundamental, axiomática, en la que la especie humana se desenvuelve en el contexto global del sistema natural planetario.
III
La especie humana, así, derivado de su sentido mítico proyecta determinadas relaciones sociales dadas las nuevas capacidades productivas alcanzadas – recuerde el lector que no es lo mismo una sociedad basada en la madera como combustible que en el petróleo– y que entre ellas lo que vamos a encontrar son nuevas funciones sociales que puede utilizar la comunidad humana en el planeta con el objetivo de posibilitar la resolución de los problemas que le restringen un desarrollo libre. El primer contenido de la visión mítica de la economía en tanto astro-antropológica, es que la especificidad del metabolismo humano es dotar a la naturaleza de una nueva mutación en la que, con el desarrollo del conocimiento, se pueden liberar nuevas posibilidades de existencia y dinámica de la materia. El ser humano sería la conciencia de la naturaleza en sí misma, coordinándolos comportamientos de los organismos que le constituyen[3]. Desde esta perspectiva, el sentido mítico se basa en el ser humano como un ser creador.
IV
Esto nos lleva a repensar lo que significan esas relaciones sociales que nos toca experimentar, siempre en la familia solemos escuchar cuando se habla de cuan diferentes eran los tiempos aquellos, por lo que en nuestro reloj biológico íntimo estamos conectados con el ritmo cósmico. El Oikos es el término griego para “casa” y raíz para la palabra eco-nomía, hace parte de la definición más abstracta de economía que tenemos y que apunta a una ley de reproducción de la casa, pero en el sentido, una vez más, astro-antropológico, no la provisión de los elementos materiales de una vivienda como procesos individuales de satisfacción de necesidades, sino de la existencia de una dimensión específica en la que el metabolismo humano produce una realidad concreta social, la produce, reproduce y le dota de sentido en su contexto colectivo.
Es decir, el Oikos es el tiempo-espacio en el que desarrollamos nuestro proceso evolutivo, es nuestro estatus civilizatorio, expresado bajo las formas específicas con las que nos relacionamos como humanos con la naturaleza, la gran dimensión madre donde nos encontramos en tanto Gaia. Oikos trata de nuestra forma de ser y estar en el planeta, visto específicamente a través de sus formas de producción, este es el origen real de la ciencia económica. La economía, así, no se trataría de las llamadas asignaturas de mercado, formas racionales para obtener la mayor ganancia posible reduciendo costos, sino la pregunta ontobiológica del sentido evolutivo de la especie humana instalada en el Universo o como le llamamos desde la economía política contemporánea: el Sistema Natural Cósmico (SNC).
V
Hay ventajas especiales que surgen, la reconexión con el horizonte mítico habilita nuevas posibilidades políticas y tácticas para producir determinados cambios, en la realidad concreta ocurre que hay siempre posibilidades latentes pero la conciencia social no siempre logra encontrar la codificación y materializar la posibilidad de un nuevo cambio social. La política desde esta perspectiva –y siguiendo a Enrique Dussel– se trata de una energía creadora y que se potencia para el combate entre clases y la defensa de la vida[4].
El sentido mítico propio de la especie humana recupera un contenido histórico específico: metabolismo social con clases diferenciadas y especializadas como sucesor del antiguo metabolismo social sin clases, es decir, en organización comunitaria y que la pregunta es la posibilidad de superar la forma especial de clases hacia su anulación mediante la construcción de un nuevo nivel comunitario. La hipótesis es que existe una especie de péndulo, un gran macroproceso a escala evolutiva de la especie humana en la que va interactuando bajo concentraciones y dispersiones de las formas de propiedad.
Es decir, el capitalismo se finca en la propiedad privada pero no siempre fue así, de hecho, la forma madre es la propiedad comunitaria. La idea central de esta propuesta es entender el capitalismo como la fase especial en la que la especie humana pasa de una estructura comunitaria agrícola a una estructura comunitaria tecnificada. Es decir, la relación evolutiva dominante, desde la perspectiva del SNC, es una forma cósmica de preservación[5] y cooperación[6] por lo que el capitalismo, que se distingue por la preeminencia de la propiedad privada, habría sido un metabolismo especial de reconfiguración de la propiedad para encontrar el nivel comunitario en un nuevo nivel de las fuerzas productivas alcanzadas.
VI
Es momento de abrir el espectro epistemológico para redefinir nuestra conciencia del proceso evolutivo que significa la economía humana. Frente a la hiper determinación de la naturaleza del ser humano bajo la visión del mercado capitalista, el esfuerzo reflexivo de este texto es redimensionar que el capitalismo es una fase dentro de un proceso evolutivo mayor. Las nuevas categorías son lugares de apoyo para superar la mitología de la fase histórica eterna y reconectar lo que creo es fundamental para superar la crisis civilizatoria actual: reconectar conscientemente la íntima relación de lo social y lo natural, o, mejor dicho, de cómo lo social es, en última instancia, una realización de lo natural cósmico. Sigamos rastreando el espectro de una comunidad superior en ciernes.
Bibliografía
Boff, L. (2002). La crisis como oportunidad de crecimiento. Sal Terrae. España.
Capra, F. (1998). La trama de la vida: una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Anagrama. México.
Dussel, E. (2006). 20 tesis de política. Siglo XXI editores. México.
Kropotkin, P. (2009). El apoyo mutuo. Un favor de evolución. Ediciones el Lobo Negro. Caracas, Venezuela.