Hacer virtud del desarraigo geográfico y político

Entrevista con Melissa Hichins, magallánica, activista por los derechos sexuales y reproductivos de las personas con discapacidad intelectual

Benjamín Mayer Foulkes
I

Mi nombre es Melissa Hichins. Soy magallánica. Vivo en la ciudad de Punta Arenas, al extremo sur de Chile, en la región de Magallanes y de la Antártica Chilena. Soy terapeuta ocupacional. Estudié en la Universidad de Magallanes, la única universidad estatal y pública de mi región. Luego concluí el Magíster en Ciencias Sociales con Mención en Intervención Social y, hace más de diez años, soy académica universitaria. Me ocupo de la línea más social de mi disciplina. Me he especializado en derechos humanos, política pública y discapacidad. En particular, en aspectos que atañen a la justicia y los derechos sexuales y reproductivos.

II

Como activista, formo parte de la organización comunitaria, regional y local llamada REPRODIS, la Red de Protección en Derechos e Inclusión Social, surgida de un grupo de profesionales y personas con discapacidad que miraba con frustración cómo el sistema en Chile no consideraba aspectos relevantes en la vida cotidiana de las personas con discapacidad en el marco de su derecho a tener una vida independiente. Hoy en día nuestra organización está consolidada, a partir de la alianza y provechosa retroalimentación entre la academia y la sociedad civil, desde dicha alianza sostenemos intervención gratuita en la comunidad.

III

Personalmente, lidero la línea relativa a los apoyos a la maternidad y la paternidad de personas con discapacidad, incluida la discapacidad intelectual. Hoy trabajamos con diez casos a partir de intervenciones individuales y grupales en los espacios concretos en que se desenvuelven en sus vidas. Nuestro trabajo contrasta con las políticas públicas de Chile relativas a la niñez, que no suelen considerar la discapacidad, la interseccionalidad y la accesibilidad universal. Así que empujamos políticas públicas que contemplen sistemas de apoyo específicos para el ejercicio autónomo e independiente de la maternidad y la paternidad.

IV

Asistí a un colegio católico religioso, aquí en Punta Arenas, donde se practica la beneficencia: algo muy distinto del trabajo que hoy me ocupa. Pero sí logró abrir mi interés en trabajar con personas en situaciones de desventaja. Cuando me formé no se tocaban temas como la vida en pareja y la salud sexual de las personas con discapacidad. Era un tema tabú, lo que llamó mi atención dado que la sexualidad es un aspecto fundamental del ser humano. No fue fácil realizar mi tesis de grado sobre la maternidad en mujeres con discapacidad intelectual, de donde nació todo mi trabajo. A la postre, resultó en una aportación desde el sur hacia el resto del país, ya que mi trabajo fue reconocido a nivel nacional por el Instituto Nacional de Derechos Humanos. Ahora otros colegas han comenzado a trabajar en él. Tenemos dos grandes metas: la creación de un programa específico de apoyo en red para maternidades y paternidades con discapacidad, y su visibilización como política pública, en beneficio de todas las personas con discapacidad.

V

Vivimos en una zona muy particular, y considero que lo que hago guarda una relación con el lugar donde me desenvuelvo. El nombre de mi región se debe a Fernando de Magallanes, explorador portugués que llegó a esta tierra en 1519, habitada por los pueblos Kawésqar y Selk’nam. El clima de Punta Arenas es bastante extremo, con vientos que pueden superar los 150 kilómetros por hora y de fríos muy intensos en invierno. Además de fría, esta zona es medio desértica. Hay muchas estepas, con musgo y un pasto de un color bien particular, arbustos y árboles inclinados por la fuerza del viento. Estamos rodeados por el Estrecho de Magallanes, con aguas muy frías, que no superan los cuatro o cinco grados. En invierno tenemos muy poca luz natural (ahora estamos en pleno otoño y amanece cerca de las 10:00 y oscurece a las 17:30 horas).

VI

Socialmente, estamos con estadísticas terroríficas en lo que es el abuso sexual infantil, pues aquí se hace mucha vida dentro de la casa. Sobre todo, en invierno, tenemos altos índices de depresión, consumo de alcohol y suicidios. Ello nos impele a trabajar muy en comunidad, sobre todo tratándose de personas con discapacidad vulnerables, sin los recursos para poder asistir a instituciones particulares. Dado el dominio de las condiciones naturales, aquí impera un ambiente de colaboración vecinal, a pesar de que todavía tenemos algunos legados de la dictadura, tras una historia estremecedora.

VII

Los magallánicos tradicionalmente hemos tenido una sensación de desarraigo. La distancia entre nuestra capital regional y Santiago de Chile, la capital en este país tan centralista, es de 3,000 kilómetros. Ni hablar de otras urbes del continente. Tenemos que subirnos a un avión incluso para ir a otra ciudad dentro de nuestra misma región. Nos cuesta estar conectados con lo que pasa en la zona del país donde se toman las decisiones, donde están ubicados los ministerios y las cámaras de diputados y senadores. Es mucho esfuerzo lograr visibilizar el trabajo que realizamos para hacerlo reconocer como un trabajo real, importante, específico. Actualmente el Presidente de la República es de aquí, esperamos que eso contribuya al reconocimiento de nuestra experiencia.

VIII

Creo que hemos logrado hacer del desarraigo, y nuestra consiguiente compensación comunitaria, algo positivo. El impulso de los derechos sexuales y reproductivos, de la vida independiente y el acceso a la justicia en personas con discapacidad, incluidas las personas con discapacidad intelectual, ha resultado algo innovador. Son elementos que están plasmados en la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, pero que por lo general no han encarnado la vida cotidiana de las comunidades. A pesar de que Chile fue uno de los países que ratificó rápidamente la convención y que se han hecho avances significativos, aún no se consideran estos aspectos que para la vida independiente son fundamentales. En Argentina, Perú y México los derechos sexuales y reproductivos de las personas con discapacidad no están en la agenda ni son prioridad. Sí observamos experiencias innovadoras en España, Reino Unido, Estados Unidos, pero específicamente lo que estamos haciendo con los servicios de apoyo para propiciar la autonomía e independencia en el ejercicio de la maternidad y la paternidad no existe en otros lados. Al parecer, nuestro particular emplazamiento ha resultado fecundo.

Scroll al inicio